lunes, 3 de septiembre de 2012

Lectura Lunes 3 de Septiembre de 2012

Lunes 3 de Septiembre – San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia. (MO). Blanco.
Gregorio fue Papa entre los años 590 y 604. Si bien durante su pontificado la autoridad papal adquirió mayor fuerza y prestigio, él entendía esa autoridad claramente al servicio de la caridad, de la evangelización y de la renovación de la Iglesia. Por eso, su tarea fue muy fecunda: realizó muchas obras a favor de los pobres, envió misioneros a evangelizar Inglaterra e Irlanda, se preocupó por hacer crecer la vida contemplativa y por formar al clero y al pueblo, reformó el rito de la misa y creó el canto llamado “gregoriano” en honor a su nombre, procurando que la liturgia fuera una verdadera oración que elevara los corazones a Dios. También se preocupó por enriquecer la enseñanza moral de la Iglesia con sus escritos (Víctor M. Fernández, El Evangelio de cada día, Santoral, Ed. San Pablo).

LECTURA

Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Cristianos de Corinto.  1Cor 2, 1-5
Hermanos: Cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Palabra de Dios.

Comentario
¿Qué buscamos cuando escuchamos a alguien que predica el evangelio? ¿Buscamos refinadas especulaciones o persuasivos discursos que subyugan? Pidamos al Espíritu Santo el discernimiento para reconocer a aquellos que anuncian cabalmente a Jesucristo. No nos dejemos encandilar por el que anuncia, y así llegaremos a encontrarnos con el Anunciado.

SALMO   Sal 118, 97-102
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
¡Cuánto amo tu ley, todo el día la medito!
Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos,
porque siempre me acompañan. R.
Soy más prudente que todos mis maestros,
porque siempre medito tus prescripciones.
Soy más inteligente que los ancianos,
porque observo tus preceptos. R.
Yo aparto mis pies del mal camino, para cumplir tu palabra.
No me separo de tus juicios,
porque eres tú el que me enseñas. R.

EVANGELIO

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas.  Lc 4, 16-30
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”. Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: ‘Médico, sánate a ti mismo’. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm”. Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio”. Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Palabra del Señor.

Comentario
La unción de los profetas no estaba apoyada por ninguna institución que validara esa elección. El profeta se presentaba como ungido directamente por Dios. Su vida y su predicación eran el único signo de este llamado. Así se presentó Jesús ante sus vecinos: sin títulos honoríficos ni estirpe que legitimara su autoridad. Y así quedaba planteado el interrogante: ¿Es éste el Mesías que señala el “HOY” del cumplimiento de las promesas?